José de San Martín comanda las tropas rumbo al combate en Chacabuco. Pedro
Subercaseaux - Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.
En esta nota, desde nuestro punto de vista, nos referiremos a dos
bicentenarios, uno que atañe a tres olvidados quillotanos y otro de
trascendencia nacional.
En la mañana del 5 de diciembre de 1816, en las postrimerías de la
Reconquista española o Restauración monárquica, en la plaza mayor de Santiago
fueron ahorcados tres patriotas: los aconcagüinos Juan José Traslaviña y José
Antonio Salinas, y el maestro de escuela quillotano Pedro Regalado Hernández.
Reclutados para la causa patriota por medio del coronel José María
Portus, tío de Traslaviña, se unieron a los también quillotanos Ramón Arestegui
y Ventura Laguna –este último de tan sólo dieciocho años de edad- en la labor
de inteligencia, informando sobre el número y movimientos de las fuerzas
realistas en la zona a la comandancia establecida en Mendoza.
En tres páginas de su historia general, don Diego Barros Arana narra el
proyecto de conspiración, elaborado en Mendoza y Quillota, que culminó en el
cruel ajusticiamiento debido a la delación de un sargento español y una mujer
que servía a uno de los conspiradores.
Francisco Casimiro Marcó del Pont, último gobernador español, se batía
entre dos frentes: las montoneras (o guerrillas montadas) patriotas y la
inminente invasión del Ejército de los Andes.
La suerte del joven Ventura Laguna fue distinta. Apresado espiando en
Quillota el 19 de octubre y conminado a confesar, su edad lo salvó de la horca,
conmutándosele su pena por diez años de destierro en Juan Fernández. Además,
persiguiendo el amedrentamiento público, “el niño Lagunas, fue expuesto a la
vergüenza debajo de las horcas al tiempo de la ejecución de cada uno de sus
compañeros” (en Viva la Patria, 25 de mayo de 1817).
Como recuerda Ernesto Guajardo en “Manuel Rodríguez: historia y
leyenda” (RIL Editores 2010), años después, O’Higgins, en reconocimiento por
sus servicios, gestionó su ingreso a la Academia Militar, pero Laguna falleció
al poco tiempo debido a las secuelas físicas de los padecimientos sufridos en
prisión.
Leonardo León en su heterodoxa obra Ni
patriotas ni realistas (2011) reproduce una carta de Laguna a José de San
Martín fechada el 13 de mayo de 1817 donde consigna que ha servido a la Patria
cuatro años y se refiere a su ciudad como “mi Patria Quillota”. El historiador
lo considera “un verdadero héroe del bando republicano” y hace una dura
comparación: “¡Qué diferencia entre este héroe anónimo y el guerrillero de
pantomima que levantó el relato historiográfico tradicional con la imagen de
Manuel Rodríguez!”. Éste es otro tema.
Ramón Arestegui por su parte se dio a la fuga.
Concluimos este texto con algunas fechas y cifras relacionadas con la
batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817) copiadas del minucioso trabajo de
Javier Infante titulado Autonomía,
independencia y República en Chile (2014).
El Ejército de los Andes, a fines de 1816, tenía 3.988 soldados,
incluidos 204 oficiales, iniciando su ruta hacia Chile a comienzos de enero de
1817. Invadió por sus seis puntos diferentes.
El 5 de febrero se sabía que había ocupado el valle de Aconcagua y
Curicó.
Aunque el Ejército realista contaba con 4.500 soldados, Marcó del Pont
sólo reunió 1.660 para resistir.
El 11 de febrero los ejércitos se encontraban frente a frente, pero la
batalla tendría lugar al día siguiente, en la hacienda de Chacabuco (actual
comuna de Colina), al amanecer.
12 fallecidos y 120 heridos fueron las bajas del Ejército
patriota, según el historiador inglés americanista John Lynch en su biografía
de San Martín.
Quedaba abierto el camino hacia Santiago.